3.1. Adquisición de la Competencia Comunicativa. Desde nuestra infancia, los seres humanos vamos
adquiriendo y desarrollando una capacidad relacionada con el hecho de saber cuándo
podemos hablar o cuándo
debemos callar, y también sobre qué hacerlo, con quién, dónde, para qué y en qué forma. Es decir,
desde niños adquirimos un conocimiento no sólo de la gramática de nuestra lengua materna sino que también aprendemos sus diferentes registros y su pertinencia; somos capaces de tomar parte en eventos
comunicativos y de evaluar la participación nuestra y la de los otros.76
Aún
más, podemos afirmar
que esa competencia es integral, puesto que también involucra
actitudes, valores y motivaciones relacionadas con la lengua, con sus características y sus usos, y con los demás sistemas de comunicación en general. Naturalmente, la adquisición de tal capacidad debe estar ligada
a una experiencia social, a unas
necesidades, a unas motivaciones y a una acción.
El modelo de lengua que subyace en este concepto
de competencia, implica, desde luego, que la única función de las lenguas no es nombrar,
sino que ellas también están organizadas
para lamentarse, alegrarse, rogar, prevenir, defender, atacar; están relacionadas con las distintas formas de persuasión, dirección, expresión y juegos simbólicos. El verdadero sentido de las lenguas humanas sólo puede llegar a ser comprendido en el ámbito natural de su uso para permitir la conversación, la interacción
comunicativa, el trato verbal cotidiano,
la vida en sociedad. Así entendidas, las lenguas dejan de ser meros
sistemas semióticos abstractos, inmanentes, ajenos a las intenciones y a las necesidades de los
hablantes, y se convierten
en teatros, en espacios de representación,
en repertorios de códigos culturales cuya significación
se construye y se renueva de manera
permanente por medio de estrategias
de
participación, de cooperación y de convicción.
En la década de los años setenta, los primeros investigadores de la comunicación (Hymes,
entre otros.) postularon la existencia de una competencia77 para la comunicación o competencia comunicativa, que comprende lo que un hablante‐oyente
real, dotado de ciertos roles sociales y miembro de una determinada comunidad lingüística, debe saber para establecer una efectiva comunicación en situaciones culturalmente significantes y para emitir mensajes verbales
congruentes con la situación.
Para estos teóricos, la competencia
comunicativa es un conjunto
de normas que se va adquiriendo a lo largo del proceso de socialización y, por lo tanto, está socioculturalmente condicionada.
Así
pues, esa Competencia
Comunicativa exige no
sólo la habilidad para manejar una lengua sino además saber situarse en el contexto comunicativo de cada comunidad
específica, en sus diversas formaciones sociales, culturales e ideológicas.
La
competencia comunicativa se manifiesta tanto en los sistemas primarios de comunicación como en los sistemas secundarios. Los sistemas primarios son los de la comunicación
cotidiana. Sirven
para el intercambio comunicativo, necesario en el desempeño de todos los roles que implica la vida en sociedad: una llamada
telefónica, una carta, un memorando, un cartel, un noticiero
radial, etc.
Los
sistemas secundarios son de mayor elaboración
y complejidad. Requieren más capacidad cognitiva del hablante‐oyente real en su labor
de codificar y descodificar textos,
puesto que estas comunicaciones
se producen en esferas de más elaboración cultural.
“La
comunicación en estos sistemas es básicamente escrita, pero también comprende formas orales como
conferencias, foros, seminarios, etc. Se trata de la comunicación literaria, científica, técnica, sociopolítica, jurídica y de comunicaciones
no
verbales, como las artes visuales; o mixtas, como el teatro”78
Está
claro, entonces, que la competencia comunicativa no se limita a la competencia gramatical o al
conocimiento del sistema
semiótico de una lengua. Por
lo tanto, la competencia comunicativa se configura por la adquisición y desarrollo de una serie de competencias.
3.1.1. Competencia lingüística: Se caracteriza por la capacidad de un hablante
para producir e interpretar
signos verbales. El conocimiento y el empleo
adecuado del código lingüístico le permiten a un individuo crear, reproducir e interpretar un número infinito de oraciones.
El
conocimiento y el empleo se vinculan con dos modalidades diferentes de la lengua:
- La lengua como sistema de signos y la lengua en funcionamiento, en uso.
- La lengua como sistema de signos corresponde al dominio semiótico, y su función esencial es significar.
- La lengua en funcionamiento, en uso, corresponde al dominio semántico, y su función básica es comunicar.
En la Tabla No. 3 se muestra las dos modalidades
o los dos ámbitos de la lengua, es decir el dominio
semiótico y el dominio semántico.
DOMINIO SEMIOTICO
|
DOMINIO SEMANTICO
|
LA LENGUA COMO SISTEMA
DE SIGNOS
|
LA LENGUA EN
FUNCIONAMIENTO
|
SIGNIFICAR
|
COMUNICAR
|
NO SE CONSIDERA LA RELACION DEL SIGNO CON LO DENOTADO, NI LA RELACIÓN DE
LA LENGUA CON EL MUNDO.
|
INTEGRA LA SOCIEDAD Y EL MUNDO. LA LENGUA EN SU FUNCION MEDIADORA ENTRE
EL HOMBRE Y EL HOMBRE, ENTRE EL
HOMBRE Y EL MUNDO.
INCORPORA LA NOCION DE REFERENTE: LO NOMBRADO
POR EL SIGNO.
|
EL SIGNO TIENE UN
VALOR GENERICO Y CONCEPTUAL
|
EL SENTIDO DE LA FRASE IMPLICA LA REFERENCIA AL
CONTEXTO Y A LA ACTITUD DEL HABLANTE
|
ES UNA PROPIEDAD D ELA
LENGUA
|
ES EL RESULTADO DE UNA ACTIVIDAD DEL HABLANTE
QUE PONE EN ACCION LA LENGUA.
|
DOMINIO O AMBITO
DE LA LENGUA
|
DOMINIO O AMBITO
DE LA FRASE
|
Fuente: Instituto Cervantes de España. Ámbitos
de la lengua. Documento consultado
en formato PDF., en el mes
de marzo de 2009. Diagramado en MS
VISIO de Office 2007. Realizo Julio Cesar Rosero Moreano.
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