martes, 8 de enero de 2013

CAP. DOS: LA ORALIDAD. (2)




2.1. Características de la Oralidad. De acuerdo a Halliday "contrariamente a lo que piensa mucha gente, la lengua hablada es, en su totalidad, más compleja que la lengua escrita en su gramática; la conversación informal y espontánea es, gramaticalmente, la más compleja de todas”. Su estructura es totalmente densa e intrincada, y esto la dota de una riqueza inigualable.

2.1.1. Su espontaneidad e inmediatez. La expresión oral se improvisa y se planifica mientras se emite, y no está sujeta a una revisión previa. La construcción de un texto escrito es totalmente diferente, pues puede planearse cuidadosamente antes de que el receptor acceda a sus contenidos.

2.1.2. Su inestabilidad. No suele quedar registro de lo hablado, excepto en la memoria del oyente (que suele adaptar lo escuchado a sus propios esquemas) y en algún ocasional registro. Es por ello que la escritura es el soporte de la memoria, mientras que la oralidad se transmite por recursos mnemotécnicos que le garantizan una trascendencia, ciertamente restringida e inestable. De hecho, la escritura nace por la dificultad que significa para la memoria la retención de grandes segmentos textuales.

2.1.3. Su dependencia del oyente. El lector del texto escrito tiene una tremenda autonomía con respecto al emisor (el autor): un texto puede ser escrito y leído con largos intervalos temporales entre ambos momentos. En el caso de la oralidad, es necesaria la presencia de emisor y receptor en el mismo acto de comunicación; los contenidos se van construyendo a medida que el emisor habla, modificándose incluso (en estructura, calidad e intención) de acuerdo a las reacciones del oyente.

2.1.4. Su riqueza. En la expresión oral están presentes estrategias de carácter suprasegmental (Barrera y Fracca, 1999), es decir, elementos que, más allá de la lengua, enriquecen y complementan lo que el hablante dice: actos, gestos, sonidos, silencios, vacilaciones... Hay, además, toda una carga emotiva, ambiental, psicológica, temporal, íntimamente vinculada al momento de expresión oral y a los que participan en él (“contexto situacional de origen”).


2.1.5. Su dinamismo. La lengua oral cambia continuamente por acción grupal, respondiendo a las necesidades de la sociedad hablante y a sus realidades sociales, intelectuales, espirituales e históricas.

2.1.6. Su formulareidad. El discurso oral se basa en “fórmulas” (Parry, 1971). En efecto, es necesario repetir ciertas fórmulas o segmentos del habla para poder ayudar a la memoria, algo que salta a la vista en la publicidad radial y televisiva.29

2.1.7. Por último, a través de la oralidad se expresan particularidades dialectales y personales (edad, sexo, ideologías, sentimientos, carácter) del hablante y del oyente. Todos estos elementos suelen perderse en la codificación escrita, a no ser que se describan minuciosamente

Es evidente que nos enfrentamos a un fenómeno complejo. Esta complejidad queda reflejada en esta breve descripción del acto oral: “[El hablante] tiene que controlar lo que acaba de decir y determinar si concuerda con sus intenciones, al mismo tiempo que enuncia la expresión en curso, la controla y plantea simultáneamente su siguiente nunciado para ajustarlal patrón general dlo que quiere decir, mientras vigila, además, no lo su propia actuación, sino su recepción por parte del oyente. No posee un registro permanente de lo que ha dicho antes, y sólo en circunstancias especiales puede tener notas que le recuerden lo que va a decir a continuación30


A pesar de la importancia del lenguaje hablado, la escritura ha tenido siempre un status más importante De hecho, se considera “prehistoria” (con todos los valores connotativos asociados al término) a aquel periodo  de  la  evolución  humana en  el que no se manejaban  las  herramientas destrezas dla codificación escrita. Quizás  sconsidere lescritura como un paso evolutivo que hllevado al desarrollo  socio‐económico político de muchas civilizaciones, ypor ende, sus etapas anteriores parezcan “inferiores”. La transmisión oral quedapues, rodeada de prejuicios e ideas como “secundario”, “imperfecto” e “incompleto”. Como indica Halliday: “estamos tan rodeados de la lengua escrita que apenas podemos concebir la vida sin ella31


A través de la palabra hablada aprendemos buena parte de las prácticas que constituyen nuestro diario vivir.  Gracias a él, como apuntara Octavio Paz en su libro “El arco y la lira”, somos lo que somos.32


“La oralidad‐la expresión de la palabra hablada es la forma más natural, elemental y original de producción del lenguaje humano. Es independiente de cualquier otro sistema: existe por sí misma, sin la necesidad de apoyarse en otros elementos. Esta característica la diferencia de la escritura, estructura secundaria y artificial que no existiría si, previamente, no hubiera algún tipo de expresión oral”
(W. Ong, 1987).

2.2. La cuestión de la formulareidad. La formulareidad es una de las características más interesantes para quien estudia la función poética o textual del lenguaje. Se trata de la recurrencia de fórmulas o grupos de palabras empleadas regularmente en las mismas condiciones métricas para expresar una idea esencial dada que le confiere a la oralidad un carácter más bien circular o repetitivo.

Formulareidad implica la no‐importancia de la originalidad, éste último un concepto que se comienza a cultivar en el romanticismo. Anteriormente, la oralidad haa cultivado el uso de fórmulas que se repetían para darle ritmo al canto y también para ayudar a la memoria. La Grecia homérica "cultivaba, como unvirtud poética e intelectual, lqunosotros hemos considerado como uvicio(Ong1987:32). Quizás la crítica de Platón a los poetas, en el Fedro, se debe al nacimiento de la escritura y con ella el choque de la mente moldeada por la escritura con la mente de la oralidad; ya perdida para siempre.

La fórmula es entonces una repetición que se da en diferentes lugares de un texto, o en diferentes situaciones. Para comprender lo que es una fórmula, pensemos en las expresiones de saludo. Al saludar repetimos ciertos segmentos, tales como hola, ¿qué tal? ¿Cómo estás? y esperamos en la respuesta otros como hola, bien, etc. Estas expresiones se encuentran aisladas o en grupos de varias de ellas y significan únicamente 'te saludo', no esperándose encontrar ninguna información referencial en ellas. Más bien sirve a la economía del lenguaje, en el sentido de que no necesita de mucha creatividad.

En la escritura, la formulareidad se encuentra en un grado muchísimo menor que en la oralidad; el lector no espera normalmente encontrar fragmentos repetidos, salvo en algunos estilos de poesía escrita o quizás en cierto tipo de documentos, como en las cartas, en los escritos jurídicos, donde la fórmula dice del tipo de documento pero donde la información nueva está reducida al máximo. Es por ello que el lector espera encontrar la idea escrita como "nunca tan bien expresada"  (citado en Ong 1987: 30). Si el oyente encuentra, bueno lo que se repite, lo prefabricado y lo disfruta, el lector no lo estima.

Brown y Yule (1993) hacen referencia a la necesidad de la repetición para ayudar a la memoria, en el caso de la lectura de noticias, tanto en la radio como en la televisión. Los espacios noticiosos, que constituyen la lectura de textos escritos, implican también una intromisión de la oralidad en la escritura: comienzan generalmente con la lectura de los titulares, siguen con el desarrollo de la noticia en sí y retoman antes de terminar, nuevamente, los titulares de las noticias más importantes, como para recordarle al  oyente televidente  lo quha oído. Es curioso, sin embargo, que estmanera de "recordatorio" se encuentre también en formas escritas muy formales, como en los artículos científicos, donde el resumen inicial y las conclusiones cumplen en gran medida la función de recapitular.


La causa de esto encuentra quizás sus raíces en el prestigio lingüístico que mantiene la lengua escrita sobre la oral, transmitido del poder que sostienen quienes manejan la palabra escrita sobre quienes no lo hacen. La brecha se hace enorme en la sociedad latinoamericana, porque la distancia existe no solamente entre quienes usan la escritura para fines cotidianos y quienes la utilizan profesionalmente, sino entre quienes la conocen y quienes, o bien no la conocen para nada, o bien manejan apenas rudimentos de ella para fines elementales. Los hablantes suelen considerar su propio lenguaje como "defectuoso, antigramatical, deformado, impropio y deficiente de una manera u otra"  Estos juicios se derivan de concepciones derivadas de la lengua escrita y no de la hablada.


Según Brown y Yule, oralidad y escritura le plantean a los usuarios exigencias diferentes, porque las señales paralingüísticas solamente existen en aquella. Por una parte se le exige al escritor suplir estas señales con otras convenciones. Por la otra, la exigencia que se pone al hablante es la de realizar una serie de operaciones en el momento, para poder cumplir con la comunicación, pero tiene la ventaja de poder cambiar el próximo texto en función de la reacción que ha manifestado el oyente hacia el actual.

Así dicen Brown y Yule: Tiene que controlar lo que acaba de decir y determinar si concuerda con sus intenciones, al mismo tiempo que enuncia la expresión en curso, la controla y plantea simultáneamente su siguiente enunciado para ajustarlo al patrón general de lo que quiere decir, mientras vigila, además, no sólo su propia actuación, sino su recepción por parte del oyente. No posee un registro permanente de lo que ha dicho antes, y sólo en circunstancias especiales puede tener notas que le recuerden lo que va a decir a continuación (Brown y Yule, 1993:23).


En literatura el texto es definitivo, y solamente se expresan dudas con respecto a textos anteriores en los estudios filológicos, por ejemplo. En la literatura medieval un texto puede haber variado según la sucesión de copistas que haya intervenido en su difusión, según las diversas convenciones ortográficas y asimismo, según la procedencia dialectal de estos obreros de lo escrito, quienes podían influir en la transmisión del original. Hay que recordar que hasta hace muy poco la fidelidad del texto era una virtud desconocida.


La escritura nace sobre todo por la dificultad que significa para la memoria la retención de grandes segmentos, sobre todo, para su retención exacta. La cita textual es un invento tardío en la historia de la humanidad, antes mucho s generosa en compartir su propiedad intelectual que ahora. Es el romanticismo, con su intensificación de lo individual, quien rompe con la intertextualidad gratuita que se conservó hasta el Medioevo.


Muchos de los prejuicios que tenemos sobre la oralidad nos vienen del prestigio que ha tenido la escritura en los estudios escolares; otra hubiera sido la historia si la hubiéramos asociado más a la música. La oralidad es secuencialidad sonora, una línea en el tiempo que se transmite entre hablante y oyente, una línea de sonidos que se desvanecen al desaparecer la emisión. Al igual que la música, su vida es efímera, a menos que se traduzca al medio escrito o se conserve por medio de los métodos de grabación. El hablante transmite un mensaje que debe modularse con una meloa, estar acompañado de un cierto ritmo y seccionarse con espacios libres, también al igual que la música. La lengua hablada acompaña su mensaje musical con la entonación, el ritmo y la pausa, de forma muy semejante que la voz que canta. Por lo tanto, pensar desde la música y no desde la escritura, como se hizo, nos hubiera llevado s lejos en la comprensión de la lengua de todos los días.


Según Blanche Benveniste (1998) el partir de la escritura, para estudiar la oralidad, permitió que se arrastrara la tradición de la lengua escrita a la lengua oral. Por ejemplo en la elaboración de unidades como palabra, frase o párrafo, que no tienen una directa correlación con las unidades del habla. La misma oración podría no ser una unidad fundamental de la oralidad. Según esta escritora, el estudio de la oralidad hará revisar muchos de los principios de análisis además de las unidades, los conceptos como la coordinación, el complemento, etc. Se da, a nuestro modo de ver, esta transferencia, en el concepto de paratono, cuando se entiende que en el discurso oral hay unidades estructurales que adoptan la forma de "párrafos del habla" (Brown y Yule, 1993:133). Si bien se entiende la idea de que el paratono engloba una estructuración prosódica mayor, no se explica por qué la necesidad de partir de la escritura para darle nombre a algo que nace y muere en la oralidad.


Blanche‐Benveniste propone el término "pre‐texto" para los borradores y los estados intermedios que asume un texto escrito antes de ser puesto en circulación y dice "la mayor parte de las producciones orales deben ser tratadas como "pre‐textos". (Blanche Benveniste, 1998): 22). Este concepto tiene una fuerza descriptiva indudable desde el punto de vista del analista y quizás para lo que es la "sensación" del hablante de emitir algo inacabado en todo caso de aquel que sabe escribir. Sin embargo, no debemos olvidar que, precisamente, esa es una de las grandes diferencias entre los dos sistemas. La preparación de la escritura y la improvisación de la oralidad.33


2.3. El lenguaje y la oralidad. El lenguaje verbal humano nos permite convertir la experiencia con el mundo y con lrealidad en un sistema complejo de significaciones, en una configuración semiótica. A esta facultad de representación de la realidad, Jean Piaget la denominó la función simbólica. En este sentido, el lenguaje es ante todo un instrumento utilizado por el hombre para interpretar la realidad objetiva, psíquica y  social. De esta manera, elenguaje cumple una de sus funciones básicas: lde ser un instrumento por medio del cual aprendemos a significar y a expresar a otros lo significado.

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