2.4.6. ROMAN JAKOBSON. Plantea
el modelo de la
teoría de la comunicación. Según este modelo el proceso de la comunicación lingüística implica seis factores
constitutivos que lo configuran o estructuran como tal y son los que ya se estudiaron en la primera parte de comunicaciones, es decir, lo componen:
- El emisor
- El receptor
- El medio
- El mensaje
- El código
- El contexto.
Este
modelo permite establecer
seis funciones esenciales
del lenguaje inherentes a todo proceso de comunicación
lingüística y relacionada directamente con los seis factores
mencionadas en el modelo
anterior. Las funciones son las siguientes:
- Emotiva
- Conativa
- Referencial
- Metalingüística
- Fática
- Poética.
En la figura No. 17 se muestra un mapa conceptual sobre las funciones del lenguaje explicitadas por JAKOBSON y BUHLER.55
No
está de acuerdo con las etapas, ya que considera
que las vocalizaciones en el período
pre lingüístico no tienen relación con las de las primeras
palabras y su subsiguiente
desarrollo fonológico. Manifiesta que se ha observado
un
período silencioso entre las etapas propuestas por J.
Piaget.56
Interesa destacar aquí la integración multidisciplinar de Jakobson con Bühler, especialmente en los planos de la lingüística, la antropología y la teoría de la información. Estudia los planteamientos fundacionales
de la teoría
matemática de la información de Shannon y Weaver y retoma
y completa los análisis de Karl Bühler.
Define así un modelo sobre los factores de
la comunicación y las funciones del lenguaje. Se trata de un modelo lineal, que bebe
en las raíces telegráficas de los fundadores de la teoría matemática
de la información,
donde no se asigna al
receptor una clara capacidad diferencial de interpretación de los mensajes.
Describe seis factores en el proceso de la acción
comunicativa ‐emisor, receptor, mensaje, canal, código y contexto‐ y atribuye seis funciones del lenguaje en el dicho proceso: emotiva, conativa, referencial, metalingüística, 'fática'
y poética, tal como se ha mencionado en este apartado
del libro oralidad
y Competencia comunicativa.

La
explicación de las funciones identificadas
son las siguientes:
- Función emotiva: Esta función está centrada en el emisor quien pone de manifiesto emociones, sentimientos, estados de ánimo, etc.
- Función conativa: Esta función está centrada en el receptor o destinatario. El hablante pretende que el oyente actúe en conformidad con lo solicitado a través de órdenes, ruegos, preguntas, etc.
- Función referencial: Esta función se centra en el contenido o “contexto” entendiendo este último “en sentido de referente y no de situación”. Se encuentra esta función generalmente en textos informativos, narrativos, etc.
- Función metalingüística: Esta función se utiliza cuando el código sirve para referirse al código mismo. “El metalenguaje es el lenguaje con el cual se habla de lenguaje.
- Función fática: Esta función se centra en el canal y trata de todos aquellos recursos que pretenden mantener la interacción. El canal es el medio utilizado para el contacto.
- Función poética: Esta función se centra en el mensaje. Se pone en manifiesto cuando la construcción lingüística elegida intenta producir un efecto especial en el destinatario: goce, emoción, entusiasmo, etc.
2.5. Como se produce el habla humana.
Cuando aparece el tema de lenguaje
es fácil que se produzca una avalancha de ideas al respecto, pues tal término, sin ningún calificativo
que lo limite, presenta
una
gran variedad de interpretaciones, puntos de vista y concepciones.
Entre todos los enfoques posibles el que más interesa a los educadores es el que trata de comprender el origen y desarrollo del lenguaje humano. Una forma de acercamiento se realiza por medio de una síntesis
elaborada con los datos obtenidos de diversas
ciencias encaminadas al estudio de nuestra especie. Su realización nos facilitará una mejor comprensión
de
algunos procesos relacionados con la producción lingüística, tanto en los medios sociales de los homínidos
del paleolítico como de nosotros mismos.
Quizás, la primera tarea que es necesario realizar sería la elaboración
de
una definición de nuestro lenguaje, pues es importante
conocer los límites
sobre los que vamos a establecer nuestro análisis. Aunque
parezca mentira,
no es fácil realizar una definición sobre el lenguaje
que nos caracteriza, sobre todo teniendo en cuenta los diversos aspectos
científicos que engloba y la múltiple variedad de intercambios de información que se produce en la naturaleza,
a los que hay que añadir los criterios subjetivos
del autor que los analice y
exponga.
El
lenguaje considerado como humano puede definirse
como la transmisión voluntaria de todo pensamiento, idea o sentimiento, por medio de un sistema de representación
simbólico (sonoro y/o gesticular) con la intención de que sea recibido y comprendido
por aquellos a los que se dirige tal mensaje,
y que, en su desarrollo temporal, se fue creando
un código léxico‐gramatical que potenciaría su uso. En esta definición quedan comprendidos los conceptos básicos
que van a caracterizar el lenguaje humano,
así como su separación de otras formas de comunicación que existen en la naturaleza. El primero
de ellos, y quizás el de mayor trascendencia,
es la propia voluntariedad e intencionalidad en la realización de tal proceso lingüístico.
Naturalmente, para su producción es necesaria la
existencia de una conciencia de querer realizar
tal acto de comunicación,
lo
que implica la existencia
de alguna forma de autoconciencia, capacidad
psicológica limitada exclusivamente a nuestra especie
humana.
Previa a esta intencionalidad es imprescindible
el tener algo que comunicar,
ya sea un sentimiento
específico, una idea del momento o un pensamiento más elaborado. Este proceso sólo puede darse en un ambiente
en el que convivan al menos dos personas, es decir, es imprescindible la existencia de un ambiente social básico que permita su producción y, según se vaya complicando
lo
comunicado y el número
de individuos que se relacionen con él, su desarrollo.
El
uso de tal propiedad humana precisa de un sistema de representación de los hechos que se quiere
comunicar, es decir, de la simbolización
de
estos pensamientos, ideas o sentimientos
a transmitir. La simbolización
puede estar basada en cualquiera de los sentidos humanos que pueden ser reconocidos por otros elementos sociales,
formando un sistema de señales determinado. Destacan, por su mayor funcionalidad, los sentidos acústico y visual, pues el olfato y gusto no son adecuados para realizar tan complejo proceso, mientras que el
tacto es poco práctico aunque
podrían igualmente usarse.
De hecho se conoce algunos casos en los que gracias a sus cualidades
se pudo suplir la falta de los dos más utilizados (visión y audición), consiguiendo
vencer el aislamiento que esas personas ciegas y sordas tenían. Todo
inicio de un lenguaje tiene un desarrollo posterior que lo enriquece,
pues se autorregularía por una serie de elementos
abstractos y simbólicos que ordenaran su conexión
y exposición, dando lugar a un código léxico‐gramatical. El receptor, que debe tener las mismas propiedades que el emisor
de las señales lingüísticas, debe recibir y comprender
tales
señales por medio de un sistema sensorial adecuado a las mismas, estableciendo una correspondencia en ambas
direcciones.
Tal definición se acopla perfectamente a las características del lenguaje que usan las sociedades humanas, tanto históricas como actuales, por lo que es fácil que sea aceptado sin poner ningún inconveniente por gran parte de los lectores, aunque ya de antemano
he de avisarles
que presenta un pequeño inconveniente. Es posible que algunas
poblaciones de grandes monos actuales (chimpancés,
gorilas, por ejemplo) también presenten, con su particular forma de comunicación,
un tipo de lenguaje que posea estas mismas
cualidades, aunque con un diferente grado
de desarrollo.
Gracias a los excelentes trabajos de Jane Goodall57 es conocido el carácter social existente entre estos
primates. Su estudio en el medio natural ha permitido comprobar que tienen una gran complejidad social, formando sociedades jerarquizadas y con un dinamismo
interno importante. Así, es fácil ver
diversos aspectos claramente sociales,
entre los que destacan, por su repetida
y rápida apreciación, las peleas, alianzas y enfrentamientos de grupos de machos entre sí, con el fin de alterar el orden
jerárquico, el cual da prioridad al acceso sexual
sobre las hembras
y diversas ventajas
sociales. Para lograr el desarrollo de estas actividades sociales es necesario tener una forma de comunicación o lenguaje intencional, voluntario,
con algo que comunicar, dentro de una sociedad que comprende y comparte
los símbolos sonoros o gesticulares empleados.
Pero
de todos es conocido
que los monos, con independencia de su especie,
no hablan, es decir, carecen de un lenguaje que pueda compararse al de los seres humanos. No pueden articular los sonidos que caracterizan nuestra forma de hablar, pues está claramente
probado que presentan una gran limitación en la articulación sonora, no sólo porque su sistema bucal no sea adecuado, sino también
porque su cerebro no está tan desarrollado.
No
obstante, cuando un chimpancé, en sus habituales recorridos
en busca de comida, encuentra un árbol con gran cantidad de ella, es capaz de avisar al
resto del grupo por medio
de una emisión
controlada de sonidos, conocidos perfectamente por el resto de la comunidad, para avisar
del hallazgo. Es más, puede incluso elegir el tipo de llamada que realiza, pues si tiene mucha
hambre y su grupo es muy numeroso,
ante el temor de que la competencia le deje con poco que comer puede emitir
la señal de que hay comida, pero no demasiada, para que no vayan todos los miembros. No
cabe duda, que este tipo de conducta
encaja perfectamente en la definición anteriormente desarrollada.
Algunos podrán argüir, y con cierta razón, que los monos no pueden hablar, siendo la capacidad
de articular sonidos para formar las palabras una propiedad
humana que le distingue
del resto de los animales. Pero, existe un nuevo inconveniente a esta objeción,
pues en la naturaleza encontramos
una larga serie de aves que pueden articular perfectamente
los mismos sonidos que tan ufanamente nos atribuimos en exclusividad: loros, papagayos, periquitos, etc. Estas aves pueden emitir sonidos que son fácilmente confundidos
con los producidos por los humanos.
Seguro que muchos habrán encontrado rápidamente la enorme diferencia que nos separan de este conjunto de aves tan particulares.
Los
loros y demás compañeros parlanchines
no pueden pensar, limitándose sus actuaciones sonoras
a la simple repetición de unos sonidos que han aprendido con anterioridad. Curiosamente en la naturaleza existen
animales que casi no pueden articular sonidos y sin embargo tienen un lenguaje complejo
(voluntario, con intención de transmitir lo que
piensan, socialmente aceptado
y con consecuencias en su
conducta), mientras otros, que sí pueden articular
fácilmente sonidos,
carecen de un lenguaje de estas características.
¿Dónde se encuentra
la clave de la diferencia del lenguaje humano con el resto de los seres vivos? Parece ser que la capacidad
de articular sonidos no constituye la diferencia que mayor importancia pueda tener. Existe un numeroso grupo de seres humanos que no pueden articular palabras por ser mudos
y, sin embargo, tienen
un lenguaje de signos que hace el mismo papel que pueda tener el lenguaje sonoro. Si la clave no radica en el medio empleado
para transmitir lo que pensamos, la gran diferencia debe de centrarse precisamente
en
la cualidad de eso mismo que queremos transmitir o expresar, es decir, en las características
de
nuestro pensamiento. Por tanto, en función de las particularidades
que
haya alcanzado nuestro pensamiento, así de complejo
será el lenguaje que tengamos.
En este sentido, el lenguaje admite
amplios márgenes, pues varía desde ser una simple exposición
simbolizada por medio de sonidos y/o gestos de nuestros pensamientos, hasta alcanzar niveles
propios de las sociedades modernas cuando
es capaz de tener, en su desarrollo cotidiano, las abstracciones que más nos caracterizan: el simbolismo de nuestra identidad personal y social, correctamente ubicados en las coordenadas del tiempo y del espacio. La gran diferencia existente entre el lenguaje de los humanos y el que puedan tener otros primates, radica en el diferente grado de abstracción
que hayan alcanzado cada uno de ellos
y, por tanto, del desarrollo de las abstracciones claves
que van a cambiar radicalmente nuestra conducta.
Queda patente la estrecha relación existente
entre el pensamiento
y el
lenguaje, lo que nos permite
elaborar una nueva definición más acorde con estas ideas. En este caso sería la transmisión del pensamiento con un importante componente abstracto en su producción
(con conceptos que no tienen presencia real en la naturaleza: como son las ideas sobre la individualidad social y personal, el tiempo y el espacio), por medio de una simbolización específica (sonora, gesticular, escrita, digital, etc.)
socialmente aceptada y conocida,
con el fin de comunicar y ser entendidos
por los otros elementos sociales.58
Ante
esta nueva definición surge una nueva pregunta: ¿Cuál puede ser la consecuencia
inmediata que es capaz de producir? La respuesta es obvia, una conducta
consecuente con lo pensado, expresado y asimilado por la sociedad
que alberga y usa tal lenguaje. Con él se puede organizar
la
acción, expresar
hechos acaecidos antaño y conocer el valor
de la experiencia, planificar acciones
futuras y preventivas, y todo aquello que más nos interese y mejor poder adaptativo nos ofrezca. Pensamiento,
lenguaje y conducta son tres procesos
que se desarrollan en intima relación, siendo perfectamente analizados
en su
relación por el psicólogo Jerome Bruner59. Aunque su estudio con fines meramente didácticos pueda realizarse aisladamente, siempre hay que recordar su estrecha relación
en su producción y desarrollo.
En referencia a la prehistoria hay que pensar que es cuando (sobre la base funcional o capacidad
que la
evolución iba ofreciendo a los seres humanos)
fue desarrollándose los conceptos abstractos que van a
marcar nuestra conducta.
2.5.1. Características del lenguaje humano. Varios estudiosos del lenguaje humano han identificado las siguientes características universales del lenguaje humano:
2.5.1.1. Desplazamiento: los usuarios del lenguaje humano pueden ser capaces de producir mensajes referentes al presente, al pasado o al futuro,
ya otros sitios diferentes al espacio inmediato.
2.5.1.2. Arbitrariedad: entendida como la inexistencia de conexión
natural entre una forma lingüística y su
contenido, es decir, las formas del lenguaje humano no tienen porqué adecuarse a los objetos que denotan.
2.5.1.3. Productividad: este rasgo indica que el lenguaje
tiene un número posible de emisores
infinito. Para situaciones nuevas o nuevos objetos
los usuarios de lenguaje manipulan
sus recursos lingüísticos para producir y comprender nuevas
expresiones y oraciones.
2.5.1.4. Transmisión cultural: es el proceso por el que una lengua pasa de una generación a otra. Las personas
no
heredamos la lengua de nuestros
padres, sino que la aprendemos dentro de una cultura, o de otros
hablantes o signantes.
2.5.1.5. Carácter discreto: los fonemas de "los y las" tienen un carácter discreto, es decir, son discriminables y se oponen entre sí de forma absoluta.
Así, dos signos o dos palabras pueden tener
como diferencia un único fonema y dar lugar a
dos significados diferentes.
2.5.1.6. Dualidad de estructuración: el lenguaje está organizado en
dos niveles:
un nivel físico formado
por un número limitado
de elementos, los fonemas, que no tienen
significado intrínseco; y un segundo nivel
en el
que los fonemas se combinan para formar palabras o signos que transmiten
significado. Esta
dualidad es uno de los rasgos que más contribuye a hacer del lenguaje un
sistema económico ya que, con un conjunto limitado de sonidos
o parámetros distintos, podemos producir una gran cantidad
de combinaciones (palabras o signos) de significados diferentes. Estas son algunas características más sobresalientes.
Se encuentra información muchas
más, pero las mencionadas son más que suficientes para avanzar
en el tema que proponemos
en este libro Oralidad,
y Competencia Comunicativa.60
“Los seres humanos, agrupados en comunidades, han necesitado relacionarse unos con otros para
así asegurar la supervivencia de la especie.
El vehículo más apropiado
para establecer esta interacción ha sido el lenguaje, facultad que les permite, entre otras cosas, emitir señales verbales
organizadas” George Yule (1988).
En
la figura No. 18 se muestra
un Mapa conceptual sobre la producción del lenguaje humano y los diferentes órganos que intervienen en este proceso.
2.5.2. Producción de la voz humana. En líneas generales, se ha planteado en el transcurrir del tiempo que el lenguaje es una capacidad humana
para articular mensajes vocálicos
y la lengua es el sistema de organización de los componentes materiales y significativos de estos mensajes.
Lo que quiere decir que existe, sin duda, una relación íntima, esencial, entre lenguaje, lengua y lo que técnicamente
se llama el APARATO FONADOR.
La voz es el sonido producido voluntariamente por el Aparato Fonatorio humano. Es el instrumento más antiguo y más natural con el que se puede hacer música. El investigador sueco Johan Sundberg, especializado en la voz humana, la ha definido
así: “Sonido complejo
formado por una frecuencia fundamental
(fijada por la frecuencia de vibración
de los ligamentos vocales) y un gran número de armónicos o sobretonos”.61
Según las leyes de la Acústica, hay tres elementos
indispensables para la producción del sonido: un cuerpo
vibrante, un medio elástico
que propague las vibraciones y una caja de resonancia que las amplifique, a fin de que puedan
ser percibidas por el oído.
El aparato Fonatorio humano cumple con las tres condiciones señaladas: el cuerpo que vibra son las cuerdas vocales, situadas en la laringe; el medio de propagación es el aire proveniente de los pulmones y la caja de resonancia está formada por la cavidad torácica, la faringe, las cavidades oral y nasal y una serie de elementos articulatorios, que son los labios, los dientes, el alvéolo, el paladar, el velo del paladar y la lengua. La fonación se realiza durante la espiración, cuando el aliento o aire contenido en los pulmones sale de éstos, bajo la presión de los músculos abdominales, los intercostales y el diafragma, y, a través de los bronquios y la tráquea, llega a la laringe. Allí choca con las cuerdas vocales, también conocidas como pliegues vocales, que no tienen forma cordófona, pues se trata de unas bandas o membranas hechas de tejido muscular liso.
El aparato Fonatorio humano cumple con las tres condiciones señaladas: el cuerpo que vibra son las cuerdas vocales, situadas en la laringe; el medio de propagación es el aire proveniente de los pulmones y la caja de resonancia está formada por la cavidad torácica, la faringe, las cavidades oral y nasal y una serie de elementos articulatorios, que son los labios, los dientes, el alvéolo, el paladar, el velo del paladar y la lengua. La fonación se realiza durante la espiración, cuando el aliento o aire contenido en los pulmones sale de éstos, bajo la presión de los músculos abdominales, los intercostales y el diafragma, y, a través de los bronquios y la tráquea, llega a la laringe. Allí choca con las cuerdas vocales, también conocidas como pliegues vocales, que no tienen forma cordófona, pues se trata de unas bandas o membranas hechas de tejido muscular liso.
Las
cuerdas vocales son cuatro. Las dos superiores (o bandas ventriculares) no participan en la fonación, proceso
que se efectúa con las dos
cuerdas inferiores. Éstas son, en realidad, dos pequeños músculos elásticos, orientados
en la laringe de delante hacia atrás. Por su parte anterior las cuerdas están unidas al cartílago tiroides
(que puede palparse sobre el cuello, inmediatamente por debajo de la unión con la cabeza; en los varones suele apreciarse una protuberancia conocida como nuez de Adán). Por detrás, van sujetas a sendos cartílagos aritenoides, los cuales pueden separarse
voluntariamente por acción de músculos. La abertura
existente entre ambas cuerdas
se denomina glotis. En la
figura 20 se puede apreciar un esquema
completo de la LARINGE.
Si
las cuerdas vocales se encuentran separadas,
la
glotis adopta una forma triangular. El aire pasa libremente, sin hacer presión,
lo
que permite respirar
y, prácticamente, no se produce sonido. Por el contrario, si la glotis comienza a cerrarse las cuerdas se juntan. El aire choca contra ellas y experimenta una turbulencia, emitiéndose un ruido de origen aerodinámico
conocido como aspiración (aunque en realidad acompaña
a una espiración o exhalación).
Al cerrarse más, las cuerdas vibran a modo de lengüetas,
lo que produce un sonido tonal. La frecuencia
de este
sonido depende de varios factores, entre otros del tamaño y la masa de las cuerdas vocales, de la tensión que se les aplique y de
la velocidad del flujo del aire proveniente
de los pulmones. A mayor
tamaño, menor frecuencia de vibración,
lo
cual explica por qué en los varones,
cuya glotis suele ser mayor que la de las mujeres, la voz es en general
más grave.
Si aumenta la tensión de las cuerdas, la frecuencia
vibratoria también lo hace, siendo el sonido producido más agudo. Así, para lograr emitir sonidos en el registro extremo de la voz es necesario un mayor esfuerzo
vocal. A igualdad de otras
condiciones, el aumento del flujo de aire también supone el aumento de la frecuencia, razón por la cual si se incrementa la intensidad de emisión
se tiende a elevar
espontáneamente
el tono de voz.
El
sonido producido en las cuerdas vocales es muy débil. Para convertirse en audible debe ser amplificado, lo que
sucede en los órganos resonadores, es decir, las cavidades torácica y bucofaríngea,
las fosas nasales, los senos
nasales, frontales y maxilares y la cavidad
craneana.
Una
vez que la voz sale de los resonadores, es moldeada por los articuladores, que son una serie de elementos
situados en el interior de la boca: paladar, lengua, dientes y labios. La articulación es el proceso mediante el cual alguna parte del Aparato Fonatorio interpone un obstáculo para la
circulación del flujo de aire. En su camino hacia el exterior, la frecuencia fundamental del sonido,
derivada del frotamiento de las cuerdas vocales al paso del aire, va
siendo enriquecida por los armónicos o sobretonos producidos
por los resonadores, que son, a la postre, los
que
confieren a la voz una apariencia acústica, una peculiaridad y un timbre concretos.
La
voz humana tiene una extensión, o respuesta en frecuencias, que oscila entre los 80 y los 1.000 Hz, aunque su
eficiencia es mayor entre los 200 y los 700 Hz. En lo que se refiere a su estructura, los órganos de la fonación son iguales en el hombre y en la mujer, sólo difieren por sus dimensiones (mayor capacidad pulmonar, cuerdas vocales más largas y más sólidas en el hombre; diferente volumen de las cavidades de resonancia, etc.) Por
término medio, entre adultos, las voces femeninas se sitúan una octava más alta que las masculinas.
2.5.2.1 Clasificación de los sonidos de la voz humana. Los
sonidos emitidos por el Aparato
Fonatorio pueden clasificarse
de
acuerdo con diversos
criterios que tienen en cuenta los diferentes
aspectos del fenómeno de emisión. Estos criterios
son:
- Según su carácter vocálico o consonántico.
- Según su oralidad o nasalidad
- Según su carácter tonal (sonoro) o no tonal (sordo)
- Según el lugar de articulación
- Según el modo de articulación
- Según la posición de los órganos articulatorios
- Según la duración62
Para
avanzar en la explicación de cada una de las divisiones mencionadas en el anterior aparte y
en una forma no
exhaustiva, porque ese no es el propósito de este libro Oralidad y Competencia lingüística, los conceptos son los siguientes:
2.5.2.2. Vocales y Consonantes. Desde un punto de vista acústico, las vocales son los sonidos emitidos por la sola
vibración de las cuerdas vocales sin ningún obstáculo o constricción entre la laringe y las aberturas
oral y nasal. Dicha vibración se genera por el principio
del oscilador de relajación, donde interviene una fuente de energía
constante en la forma de un flujo de aire proveniente
de
los pulmones. Son siempre sonidos de carácter
tonal (cuasi‐periódicos), y por consiguiente de espectro
discreto.
Las consonantes, por el contrario, se emiten interponiendo algún obstáculo formado por los elementos articulatorios. Los sonidos correspondientes a las
consonantes pueden ser tonales o no dependiendo de si las cuerdas vocales están vibrando o no. Funcionalmente, en el castellano las vocales pueden
constituir palabras completas, no así las consonantes.63
2.5.2.3. Oralidad y Nasalidad. Los fonemas en los que el aire pasa por la cavidad nasal se denominan nasales, en tanto que aquéllos en los que sale por la boca se denominan orales. La diferencia principal está en el tipo de resonador principal por encima de la laringe (cavidad nasal y oral, respectivamente). En castellano son nasales sólo
las consonantes “m”, “n”, “ñ”
2.5.2.4. Tonalidad. Los fonemas en los que participa la vibración de las cuerdas vocales se denominan
tonales o, también, sonoros. La tonalidad lleva implícito un espectro cuasi periódico. Como se menciono
anteriormente, todas las vocales son tonales, pero existen varias consonantes
que también lo son: “b”, “d”, “m”, etc. Aquellos
fonemas producidos sin vibraciones glotales
se denominan sordos. Varios de ellos son el resultado
de la turbulencia causada
por el aire pasando a gran velocidad por un espacio reducido, como las consonantes “s”, “z”, “j”,
“f”.
2.5.2.5. Lugar y Modo de Articulación. La articulación es el proceso mediante el cual alguna parte del aparato Fonatorio interpone un obstáculo para la circulación del lujo de aire. Las características de la articulación permitirán clasificar las consonantes. Los órganos articulatorios son los labios, los dientes, las diferentes partes del paladar (alvéolo,
paladar duro, paladar blando o velo), la lengua y la glotis. Salvo la glotis, que puede articular por
sí misma, el resto de los órganos
articula por oposición con otro. Según el lugar o punto de articulación se tienen fonemas:
A su vez, para cada punto de articulación ésta puede efectuarse de diferentes modos, dando lugar a fonemas:
Los
fonemas oclusivos (correspondientes a las consonantes “b” inicial o post nasal64 “c”, “k”, “d”, “g” inicial, post nasal o postlateral65 “p”, “t”) también se denominan a veces explosivos, debido a la liberación repentina de la presión presente
inmediatamente antes de su emisión. Pueden ser sordos o sonoros, al igual que los fricativos
(“b” postvocálica, postlateral y postvibrante, “g” postvocálica y post vibrante, “f”, “j”, “h” aspirada, “s”, “y”, “z”).
Sólo
existe un fonema africado
en castellano, correspondiente a la “ch”. Los laterales (“l”, “ll”)
a veces
se denominan líquidos, y son siempre sonoros. Los dos fonemas vibrantes del castellano (consonantes “r”, “rr”) difieren en
que en uno de ellos (“r”)
se ejecuta una sola vibración y es intervocálico, mientras que en el otro (“rr”)
es una sucesión de dos o tres vibraciones de la lengua. Finalmente, los fonemas aproximantes
(la
“i” y la “u” cerradas que aparecen en algunos diptongos) son a veces denominados semivocales,
pues
en realidad suenan
como vocales. Pero exhiben
una diferencia muy importante: son de corta
duración y no son prolongables.
En la tabla 1 se indican
las consonantes clasificadas
según el lugar y el modo de articulación, la sonoridad y la oro‐nasalidad. En algunos
casos una misma consonante aparece en dos categorías diferentes, correspondiente a las
diferencias observadas.
Tabla No. 1. Clasificación de las consonantes según el lugar y el modo de articulación.
Tabla No. 1. Clasificación de las consonantes según el lugar y el modo de articulación.

2.5.2.6. Posición de los órganos articulatorios. En el caso de las
vocales, la articulación consiste en la modificación de la acción filtrante de los diversos resonadores, lo cual depende de las posiciones de la lengua (tanto en elevación como en profundidad
o avance), de la mandíbula
inferior, de los labios y del paladar blando. Estos órganos influyen sobre los formantes, permitiendo su control. También se puede clasificar las vocales según la posición de la lengua como se muestra
en la tabla 2.
Tabla No. 2. Clasificación de las vocales
según la posición de la lengua.
Otra cualidad controlable es la labialización, es decir, el hecho de que se haga participar activamente los labios. Las vocales labializadas, también definidas como redondeadas, son las que redondean los labios hacia adelante, incrementando la longitud efectiva del tracto vocal. La única vocal labializada en el castellano es la "u".
Otra cualidad controlable es la labialización, es decir, el hecho de que se haga participar activamente los labios. Las vocales labializadas, también definidas como redondeadas, son las que redondean los labios hacia adelante, incrementando la longitud efectiva del tracto vocal. La única vocal labializada en el castellano es la "u".
2.5.2.7. La duración
de los sonidos, especialmente
de
las vocales, no tiene importancia a nivel semántico en el castellano, pero sí en el plano expresivo, a través de la agogia, es decir el énfasis o acentuación
a través de la duración. En inglés, en cambio, la duración de una vocal puede cambiar
completamente el significado de la palabra que la contiene.
"Idealmente, la
comunicación se perfecciona cuando se
consigue una identidad de código entre emisor y destinatario; pero tal
identidad sólo puede garantizarse plenamente cuando las señales que
conforman el código son inequívocas, es
decir, se corresponden unívocamente con los elementos cognoscitivos codificables y, sobre todo, cuando el conjunto de señales es completo. Inequivocidad y completud
son, sin embargo, condiciones difícilmente alcanzables por los lenguajes
naturales,
siempre redundantes, ambiguos y abiertos a expansiones significativas insospechadas. De ahí que los códigos más perfectos
desde este punto de vista sean los formalizados."
Gödel
No hay comentarios:
Publicar un comentario